martes, 12 de marzo de 2013

Introduccion

A continuación les dejaremos unos artículos de la revista de la UNAM, este es el primero. 


En el oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra…
Las migraciones, que son tan antiguas como el ser humano, han facilitado el flujo continuo de ideas, prácticas sociales, música, razas, y en general, de todo lo que tiene que ver con el ser humano. En ese sentido, para entender el momento actual del narcotráfico en Sinaloa es fundamental considerar las migraciones chinas al territorio de ese estado del Pacífico mexicano.
Estos chinos se establecieron en ciudades como Mazatlán, Los Mochis y Culiacán, logrando acuerdos con los altos mandos de la política regional, con el cobijo de los grandes cotos de poder a nivel federal. Sus capitales fluyeron en la economía sinaloense, materializándose en casinos, donde se jugaba, apostaba, y consumía opio (Lazcano Ochoa,1992, p.42) Con lo anterior se explica que a los chinos se les culpara de gran número de hechos delictivos acaecidos en las ciudades más importantes del estado; este hecho dio lugar a un repudio generalizado hacia los migrantes asiáticos.
Hace poco más de un mes que en el norte del Estado, así como en Mazatlán, se ha visto la sociedad pasmada por los frecuentes asesinatos llevados a cabo por una especie de mafia china que se vuelve contra sus propios conciudadanos, residentes en nuestro país. Hechas las averiguaciones respectivas y dictadas las medidas del caso se han verificado algunas apreciaciones de chinos, después de comprobar su complicidad en estos desórdenes y se ha solicitado del C. Presidente de la República la aplicación a estos extranjeros del artículo 33 de nuestra Constitución General para devolver a la sociedad la tranquilidad y la confianza, pues aunque los delitos efectuados hayan sido cometidos por los chinos entre sí, este hecho no ha dejado de producir grande alarma, ya que algunas veces las escándalos han sido en la vía pública con grave peligro de los habitantes pacíficos (López Beltrán, 1922: 2 – 3).
Como respuesta oficial, en las décadas de 1910, 1920 y 1930, se ejecutaron campañas antichinas las cuales limitaron el crecimiento de la comunidad asiática en el estado de Sinaloa, y por supuesto, también sus habilidades de procesamiento de droga (Astorga, 1997, p.2–4). La campaña de 1927 inició en Sonora con el gobernador Rodolfo Elías Calles, hijo del entonces presidente General Plutarco Elías Calles; tanto el gobernador como el presidente se respaldaban en un nacionalismo recalcitrante, aunque detrás de sus medidas estuviera la defensa de intereses económicos (Lazcano, 1992, p.39). A consecuencia de esto, los chinos se recluyeron, aumentando su adicción al opio y colaborando además con la perfección de la técnica de procesamiento de drogas,  ahora con fines comerciales.
Lo que sembré allá en la sierra…
A finales de 1930 y principios de 1940, además de los chinos, también estaban involucrados en la siembra, cosecha y tráfico de amapola, los sinaloenses. La amapola comenzó a sembrarse en las cercanías de Santiago los Caballeros, comunidad perteneciente al municipio de Badiraguato, en los márgenes de la sierra madre occidental cuya ubicación ofrecía un seguro refugio a los cultivadores de adormidera. El cultivo de la droga significó una posibilidad real para contrarrestar el desempleo que aquejaba a los mineros dado que “El Prospecto” (mina ubicada en El Tabachín, Badiraguato) no daba ya abasto (Olea, 2002, p.137).
En la misma década de 1940, en la zona del Valle de Culiacán, se incrementó la producción de legumbres, chiles y tomates, con fines de exportación,  para lo que se crearon sistemas de irrigación para el mantenimiento de lo que, posteriormente, se convertiría en un polo de desarrollo económico sinaloense. La agricultura fue, y es aún,  un negocio rentable, por lo que adquirió en poco tiempo un carácter industrial que resultó en obras de infraestructura pública e indicios de urbanización en Culiacán.
Mientras, en la zona serrana, con el oficio de la goma comenzaron a surgir nombres como los de Manuela Caro, Gil Caro y Rafael Fonseca,1 quienes mantenían vínculos sanguíneos y comerciales  y que tomaron el control de la producción, la distribución y la comercialización de la droga,  lo que convirtió todo el proceso en un negocio familiar, donde estaban también involucrados el honor y la lealtad.
Esta sería la camada de gomeros de una época en la que la adormidera se proyectaba como un producto con fines de exportación, de ahí, la creación de pequeños laboratorios en la sierra utilizados para su procesamiento a base del uso de elementos básicos y sustancias químicas. 
Cada uno tenía su labor, Manuela por ejemplo se encargaba de la cocinada, compraban agua destilada y la echaban en ollas junto con la goma, cal de piedra, cloruro de sodio y amoniaco, de esa agua se sacaba la heroína, se prensaba hasta que quedaba en  forma como de  queso. (Fernández, Entrevista,  2009).
Para conocer un poco más sobre el fenómeno del narcotráfico es indispensable establecer  su relación con la cotidianidad de los habitantes en la serranía sinaloense de esa época, como una forma de enriquecer la información con un enfoque distinto ante lo que ya se ha dicho sobre esta problemática, y de esta forma, abrir nuevas áreas de investigación, y sobre todo, explorar nuevas experiencias de personas cuya existencia a menudo se ignora, se da por supuesta o se menciona de pasada en la corriente principal de la historia. (Sharpe en Burke, 1993: 44)
Por ello, ofrecemos el siguiente testimonio de Teresa Leyva Valenzuela, quien, además de compartirnos su conocimiento sobre los orígenes del narcotráfico, nos narra un poco sobre la esencia de la vida en la serranía sinaloense al contarnos sobre su pueblo: La Lapara, Badiraguato.
Era muy tranquilo, cuando llegamos a vivir ahí mi esposo y yo, había pocas casas, lo que tenía es que ahí llegaban a cargar mandado, que subían a otros ranchos, como no había carretera, pues ahí se concentraba toda la gente, yo tenía mi casita cerca de un arrollo, vendía comida a la gente que llegaba ahí, a veces se quedaban varios días, de eso me mantenía. (Leyva,  Entrevista, 2009)
Sobre su versión de los orígenes del narcotráfico, nos cuenta con cierta nostalgia que su esposo, dedicado en aquel entonces al oficio de la goma, se encargaba de ciertas actividades respecto a la forma de compra-venta del enervante a manera de cooperativas,  en las que estaban también involucrados algunos de los habitantes del poblado.
Pues yo estaba chiquilla, me acuerdo, y estaba casada, vivía en La Lapara, tenia 17 años, mi esposo tenia 47, en aquel entonces él había sembrado goma; juntaban una cooperación, a él le había tocado juntarla esa vez, se la compraban a todos los sembradores, esperaban  a que fuera tiempo de pizcar, después se la llevaban a Nacho Landell.(Ibíd.)
Esta relación entre los habitantes del poblado tiene similitud con lo planteado por Barrington Moore,  como parte del proceso para vencer esa dependencia, como unidad cohesionada con un alto grado de cooperación interna y con sentimientos de solidaridad. Así, en lugar de trabajar en el apoyo de los grupos dominantes, seria necesario encontrar formas de voltearse en su contra encontrando formas de apoyar una resistencia efectiva. (Moore, 1996: 436)
En relación a esto, la actividad del narcotráfico, si bien era considerada una práctica ilegal, dentro de la concepción del habitante de la sierra se veía como  algo normal. De esta forma, la siembra del enervante, aunada a las pocas posibilidades de desarrollo, se convertía en un signo de resistencia al mismo tiempo que se manifestaba como un negocio redituable.
Yo recuerdo que por aquellos años, en los 50, la gente llevaba la goma en las tranvías, pa’ Culiacán tanto en el Mercadito Rafael Buelna como el de Tierra Blanca, en unas latas mantequeras con unas pelotas negras, eso era la goma, que era hasta visto como algo normal  (Leyva, Entrevista, 2009)
Al consolidarse el narcotráfico como empresa, con rasgos de industrialización y con la mirada hacia el exterior, la bonanza económica comenzó a reflejarse en la modernización de las zonas rurales, siendo común encontrar, en medio de la sierra, casas ostentosas y de grandes extensiones territoriales. Es el narcotraficante quien se encarga de contrarrestar la pobreza, convirtiéndose en el Jesús Malverde de la sierra.
En este sentido, eran pocas las personas que realmente lograban destacar en el ilícito, muchos no pasaban de ser simples sembradores que sólo buscaban una mejoría a sus condiciones económicas. Con esto podemos volver al planteamiento de Moore, que nos comenta, “los trabajadores, más que esperar utopías políticas o abundancia monetaria, soñaban con llevar a cabo pequeñas mejoras y la eliminación del dolor y sufrimiento en sus vidas diarias” (Moore, 1996: 434)

No hay comentarios:

Publicar un comentario